Christopher Lee, el gran astro del terror gótico, estaba harto de los Dráculas que había hecho para la Hammer y quería protagonizar una adaptación fiel de la novela de Bram Stoker. El encargado de dirigir esta película fue Jess Franco, el enfant terrible del cine de género. El problema: el gusto de Jesús por la improvisación y sus pocas ganas de seguir fielmente un texto literario. Un cineasta de vanguardia, Pere Portabella, quiso registrar con su cámara aquel rodaje para deconstruir el cine de género. Y todo ello en la Barcelona de la gauche divine de finales de 1969. Realmente fue un caso único en la historia del cine. Este es un proyecto que ya quise hacer en vida de Jess. Nos hacía gracia que él fuera deambulando por las diferentes localizaciones de Barcelona y explicara como había convertido el Poble Espanyol en Transilvania o el Palau del Tinell en el castillo de Dracula. Durante ocho años el proyecto quedó en el olvido hasta que los amigos de Filmin se animaron a producirlo.